viernes, 16 de noviembre de 2012

Abuela:

Nadie esperaba que hoy partieras. El día de ayer te vimos tan tranquila, yo te vi muy bien, disfruté sentarme junto a tu cama y leerte un poco, de pronto las atenciones en la sala eran tantas que nos interrumpían, pero seguramente tu podías sentirme aunque tuviera que leer para mis adentros, en realidad leía para ti y tu podías mandar esos mensajes al resto del universo. Tu cabello era sedoso y tu carita muy suave. Tomé tu mano y era cálida, supongo que buscabas encontrar esa tranquilidad, que era el momento preciso y que también esperabas dejarnos tranquilos.
Ni siquiera he podido platicar con mi mamá de cómo pasaste la noche, pero estoy segura que tuvieron una buena velada, ella es genial cuidando a los demás ¿Recuerdas cuando nos ofreciste tu cuarto para que mi papá se recuperara de su operación? Nos encerramos ahí un mes y ella se alejaba lo menos posible. Anoche debe haberte dado en cada mirada todo su agradecimiento y cariño.
 En los años que tengo de conocerte siempre fuiste fuerte, siempre fuiste alegre y siempre tuviste un gesto de cariño cuando nos encontrábamos. A través tuyo no conocí el enojo, pero si la determinación.
Me encanta el concepto de apapacho aprendido de tus brazos, y el cuidado que diste a todos tus seres amados, así como la compasión para con todos los habitantes del planeta, quien te conoce sabe que tu afecto se extendía a las plantas y a los animales, creo que tu amor era infinito y no puedo mas que agradecer que seas por siempre mi abuela.

Creo que extenderé el concepto de amar hasta despedirnos y tomando en cuenta que no pensé  ayer en una despedida, seguiremos amándonos en todos los tiempos, por todos los mundos y sin ningún límite humano.

Te abrazo

Peta.

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