martes, 27 de julio de 2010

Recuerdos de Tehuacán


Del Tilingolingo al Flor de Cactus
Llegamos al Tilingolingo que venció a Don Cangrejo ya cerca de las 7, sobra decir que a pesar del basto desayuno y uno que otro refrigerio o refacción, el hambre ya era mucha.
Para los niños todo el arroz que quedaba, para Rodrigo camarones: en coctel, para pelar, al coco, o como fuera. Las recomendaciones: pescado zarandeado y tardado. Antes de que hiciera su aparición el citado animal ya habíamos comido, caldito, arroz, camarones en varias modalidades, crepas de mariscos, yo los peñafieles de Magda y de Marthita y todo el aderezo de los camarones, que era una cremita de mango que tomé a modo de postre en vista de que ya no nos iba a caber. Por fin hizo su aparición el pescado zarandeado, era una cosa deliciosa, con un sabor a leña tan especial, que Marthita se dio vuelo esquivando las espinas y ayudó gentilmente a Magda en la ardua labor de comerse aquel platillo. Mas de dos horas después de nuestra llegada, los meseros, que ya estaban con un pie en la calle, fueron felices de que por fin hubiéramos acabado.
Coincidirán conmigo que fue uno de los lugares mas ricos y nada caros en los que comimos.

Al día siguiente partimos sin desayunar hacia San Juan Raya, por alguna intervención divina, encontramos en el centro de un pueblo llamado Zapotitlán Salinas un restaurante que nos trasladó a un ambiente totalmente distinto, era una especie de oasis en el desierto, amueblado cómodamente como el comedor de la propia casa, con un patio muy cuidado, con plantas, flores, árboles, cactus, todo dispuesto cuidadosamente. La cocina era una mezcla de cosas tradicionales y funcionales, grande como para atender a un hotel pequeño.
Inmediatamente una señora muy amable nos ofreció de almorzar, tenía comida y paltillos típicos. Comimos gusanitos, cactus en escabeche, mole verde (que no era mole), arroz, frijolitos, tortillas hechas a mano, huevito y sopa de fideos para los niños.
Se me olvidaba, pan dulce y agua de jamaica.

De un desayuno de cuento de hadas del desierto, nos fuimos directo al jardín botánico, algo así como el parque nacional del pueblo, la persona que nos guió en nuestra visita era un joven del lugar bastante bien documentado sobre el sitio y que además se notaba lo apreciaba. Si bien el clima supongo es casi desértico, con una gorra y buscando de vez en cuando la sobra de alguna yuca o pata de elefante era bastante llevadero, vimos cantidad de plantas con muy diversos usos, colores, aromas, muy bonitas y que uno no se imagina existan en aquel clima.


Para entonces aun no sabíamos si llegaríamos a San Juan Raya, pero estábamos muy complacidos con lo que hasta el momento habíamos encontrado. Creo que hasta habíamos olvidado por un momento la misteriosa "pata de vaca".